Director’s Statement

(adapted from filmmakers’ New York Times op-ed)
We’re making this film because it’s a classic underdog story and we’re inspired by the courage of our protagonists. We want to understand how ordinary people find such courage in themselves. We think this film has the potential to change the way Americans think about labor, immigration and activism in general.

We first met Mahoma López, in April 2012 at a secret meeting in a McDonald’s on the Upper East Side of Manhattan. We’d spent the previous autumn documenting the Occupy Wall Street protests. Mahoma had reached out to the Occupy movement for help with his struggle to improve conditions at his workplace — the original Hot & Crusty bakery and cafe at 63rd Street and Second Avenue. At first he seemed a quiet, humble worker — the kind customers often overlook as they wait in line for sandwiches and coffee. But Mahoma would not be invisible for long.

Mahoma and his co-workers filed a complaint with the New York State Department of Labor but gave up waiting for a response after several months had passed. They reached out to big unions, but were turned away because their shop was too small. In May 2012, Mahoma and his co-workers went to the National Labor Relations Board and voted to form their own independent union. This set off the chain of events documented in this film.

In the early 20th century, immigrants were at the forefront of the labor movement that helped build our middle class. Today, when the fastest growing job sectors are retail and food preparation, the struggles of low-income workers and their families matter more than ever. Turning these jobs into living-wage jobs while fixing our broken immigration system would lift millions out of poverty and benefit our entire economy by increasing consumption and tax revenue. Mahoma’s story is part of a growing wave of low-wage and immigrant workers organizing across New York City and around the country that has the potential to spark this kind of change. It’s time we admit it: America runs on the labor of the undocumented. Their struggle for rights, inside and outside the workplace, is an inseparable part of our democratic project.

Rachel Lears and Robin Blotnick

Directors, “The Hand That Feeds”

Declaración de la y el director

(adaptación de un artículo de opinión escrito por los cineastas y publicado por el New York Times)

Estamos haciendo esta película primero que nada porque es la clásica historia del desfavorecido y nos inspira el valor de nuestras y nuestros protagonistas. Más allá de eso, queremos entender cómo la gente común encuentra ese valor dentro de sí misma. Pensamos que esta película tiene potencial para cambiar la forma en que las y los estadounidenses piensan sobre el trabajo, la inmigración y el activismo en general.

Conocimos a Mahoma López, en abril 2012, en una reunión secreta en un McDonald’s del Upper East Side de Manhattan. Habíamos pasado el último otoño documentando las protestas de Occupy Wall Street. Mahoma había llegado al movimiento de Occupy buscando ayuda para su lucha por mejorar las condiciones en su lugar de trabajo—el original Hot & Crusty, panadería y café de 63rd Street y Second Avenue. Al principio él parecía ser un trabajador callado y humilde—el tipo de persona que usualmente pasa por desapercibida entre la clientela que espera en una fila para comprar sándwiches y café. Pero Mahoma no permanecería invisible por mucho tiempo.

Mahoma y sus colegas hicieron una querella con el Departamento del Trabajo del estado de Nueva York pero desistieron de esperar por una respuesta después del pasar de varios meses. Se acercaron a sindicatos grandes pero estos les dieron la espalda porque su taller era demasiado pequeño. En mayo 2012, Mahoma y sus colegas fueron a la Junta de Relaciones Laborales y votaron a favor de formar su propio sindicato independiente. Esto desató una cadena de eventos documentados en esta película.

A principios del siglo 20, inmigrantes encabezaron el movimiento laboral que ayudó a construir nuestra clase media. Hoy día, cuando los sectores laborales más rápidamente crecientes son el de la venta al por menor y el de la preparación de comida, las luchas de las y los trabajadores de bajos ingresos y sus familias tienen más importancia que nunca. Convertir estos trabajos en empleos de salarios que alcancen para vivir dignamente a la vez que arreglamos nuestro quebrado sistema de inmigración sacaría a millones de la pobreza y beneficiaría a nuestra economía aumentando el consumo y los ingresos públicos. La historia de Mahoma es parte de una ola creciente de trabajadoras y trabajadores inmigrantes de bajos ingresos que se están organizando a lo largo de la Ciudad de Nueva York y del país entero con el potencial de dar vida a este tipo de cambio. Es hora de que lo admitamos: Estados Unidos funciona gracias al trabajo de personas indocumentadas. Su lucha por derechos, dentro y fuera del lugar de trabajo, es parte inseparable de nuestro proyecto democrático.

Rachel Lears y Robin Blotnick
Directora y director, “La mano que alimenta”

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